Nos ubicamos en el último cuarto de siglo XIX, precisamente en Wall Street, (estrecha calle Neoyorquina, donde se maneja grandes cantidades de dinero muchas veces robado a los países tercermundistas), donde llegan grandes personalidades de la vida política y económica de la ciudad.
Lo curioso del caso es que todas las personas sin excepción, (al bajarse de sus lujosos carruajes), le rinden reverencia y pleitesía a una mujer con cara de malas pulgas que viste viejos ropajes.
Ese descuidado aspecto ha hecho que en más de una ocasión, alguna persona caritativa (y que no la conoce) le regale una limosna, la cual no devuelve y sin ningún pudor se la embolsa.
Muchos importantes empresarios de Nueva York tienen alguna
deuda asumida con la señora Green, por lo que su fama de implacable la lleva a
ser temida por la mayoría de ellos. No le importa dejar a familias enteras sin
su hogar, si con ello puede satisfacer su ego y cobrar una deuda. Pero quienes más
tienen que soportar su extrema tacañería y avaricia, son los miembros de su
familia.
La bruja de Wall
Street, falleció en 1916 a la
edad de 81 años, a consecuencia de una apoplejía,
en ese momento su fortuna fue calculada en doscientos
millones de dólares, (hoy en día serian dos mil millones de dólares). Parte de ese dinero fue despilfarrado
en juergas, juego y mujeres por su hijo Edward.
Ese descuidado aspecto ha hecho que en más de una ocasión, alguna persona caritativa (y que no la conoce) le regale una limosna, la cual no devuelve y sin ningún pudor se la embolsa.
Ella es nada más y nada menos que Hetty Green (conocida como la bruja de Wall Street), que aunque
parece una pordiosera, es la mujer más rica del mundo y que (durante cuatro
décadas) controla la mayoría de las acciones de los grandes negocios que se
mueven en Wall Street, por lo cual es más temida que apreciada.
Conocida ampliamente por su inmensa fortuna, se ha ganado el
nada honroso título de ser la más tacaña y avariciosa, debido a que no gasta ni
un centavo y no perdona las deudas que alguien haya contraído con ella, a
través de su negocio de prestamista.
Esta tacaña extrema, hizo firmar un contrato matrimonial a
su futuro esposo. Por otro lado, sus hijos Edward
y Sylvia viven de una forma totalmente austera y sin un solo capricho.
Habitan un lúgubre hotel, en las afueras de Manhattan. Siempre vistiendo con
las mismas ropas y sin cambiarse hasta que
se caiga de viejo.
Compra la comida más barata y además en más de una ocasión ha llegado a mendigar a
casas y comedores sociales, con tal de ahorrarse el gasto.
En más de una ocasión ha necesitado los servicios médicos,
pero se niega a llamar a algún galeno, como en la ocasión en que su pequeño
hijo Edward tras caer y fracturarse
la pierna, prefirió curarlo ella misma, con la consecuencia de que la herida
gangrenó y le tuvieron que amputar la pierna.
En cambio su hermana Sylvia,
acostumbrada a vivir austeramente, continúo así hasta el fin de sus días y al
morir en 1951, toda su fortuna paso a la beneficencia local.
Esta terrible mujer paso a la historia mundial por llegar a
ser la más rica del siglo XIX, pero
también fue incluida en el libro Guinness
de los récords (primeras ediciones) como la mujer más tacaña y avara del
planeta.
Pero por allí andan muchas Hetty Green que no comen o no comparten con propios y extraños lo que poseen, como si van a llevar a la tumba fría sus riquezas.
Pero por allí andan muchas Hetty Green que no comen o no comparten con propios y extraños lo que poseen, como si van a llevar a la tumba fría sus riquezas.